En opinión de Manuel Díaz, ningún factor externo precipitó la sucesión adelantada de AMLO, es un riesgo calculado del presidente que busca a toda costa garantizar que quien llegue a la presidencia de continuidad a su proyecto
El presidente tiene un gran olfato electoral y la más amplia experiencia en cuanto a campañas políticas se trata, no es por accidente que haya adelantado su propia sucesión, quiere estar seguro de quién es el indicado para dar continuidad a su proyecto.
No es cuestión de capacidad, sino de lealtad a Andrés Manuel, de compromiso y, claro está, de ambición por el poder.
Los tres que destapó AMLO, Claudia Sheinbaum, Marcelo Ebrard y Adán Augusto López no dan tregua y dejan claro que sólo hay una cosa peor que la ambición económica en una persona, su ambición por el poder. Ellos no lo ocultan y están dispuestos a todo.
Las corcholatas
Después de las elecciones de 2021, donde Morena sufrió un fuerte revés al perder la mayoría calificada de la cámara de Diputados y la mitad de su bastión más simbólico, la CDMX, el presidente decidió adelantar su sucesión destapando solamente a sus tres consentidos y a nadie más, para darse tiempo de ver si recomponía algo.
AMLO, a pesar de los resultados adversos en la elección intermedia, ha dejado ver que su favorita es la jefa de Gobierno Claudia Sheinbaum, empezó a fastidiar a Marcelo Ebrard, que estoicamente aguanta sus desaires, y comenzó a dar más y más poder al secretario de Gobernación, su principal interlocutor y golpeador. Aparentemente, como muchos aseguran, es Claudia.
No es Claudia
No es, porque la Claudia Sheinbaum de hace 25 años no se reconocería a sí misma. La jefa de gobierno, de entre los tres aspirantes, es la que más se ha traicionado a sí misma. Claudia era una luchadora social con principios, hoy ha sido la más dispuesta a hacer lo que sea con tal de que el dedo flamígero de AMLO la haga candidata.
No es Claudia, y no lo es, porque lejos han quedado sus valores políticos, la corcholata favorita de AMLO es una mujer que se muestra dispuesta a reunir las características que su jefe impone: lealtad ciega, garantizar que todo lo que se ha hecho dentro de esta administración no tenga consecuencias, y tener la fuerza suficiente para intervenir en caso de que alguien, de Morena o de la oposición, trate de cambiar lo que AMLO configuró, así sea la peor de las iniciativas.
Quedar bien a como dé lugar
Aunque las tres corcholatas, cada uno en su estilo, han pretendido “quedar bien”, es quizá Marcelo Ebrard el más “rebelde”. El Canciller, a pesar de “aguantar metralla” de Andrés en temas de política exterior, tiene un gran “pero”, es quien menos garantiza la lealtad ciega a AMLO, un punto esencial en la lista de características que hay que cumplir. Marcelo ha demostrado que no duda en usar la fuerza y tener un mayor criterio de conciliación y reconciliación con grupos y partidos de la oposición, pero eso es, precisamente, como una mentada de madre para AMLO.
Adán Augusto tiene todas las características que requiere el jefe máximo. Es quien propina amenazas y chantajes a los opositores de fuera y dentro de Morena y reúne todo, dureza, lealtad y servilismo.
Y está Claudia, a quien desconozco, porque ha caído en un populismo que ni ella misma se cree.
La Jefa de gobierno cree que será quien gane la candidatura por lealtad y servilismo, por repetir como plegaria las palabras de su jefe, por demostrar que sería incapaz de contradecirlo y porque ni remotamente consideraría presentar alguna propuesta propia. Claudia no es, porque no solo se trata de ser servil, ha titubeado y flaqueado en momentos claves en que debió operar políticamente, le faltó fuerza al intentar dejar toda la responsabilidad del colapso de la Línea 12 en Ebrard y tuvo que recurrir a AMLO para detener los ataques del canciller; no pudo contra Monreal cuando intentaron hacerlo responsable de perder la mitad de la CDMX y ahora, de la peor manera, pero, eso sí, siguiendo a imagen y semejanza el ejemplo de Andrés Manuel, pretende mostrar fuerza a través de un verdadero porro, su secretario de Gobierno, Martí Batres.
Ningún factor externo precipitó la sucesión adelantada de AMLO, es un riesgo calculado del presidente que quiere a toda costa garantizar que quien llegue a la presidencia de continuidad a su proyecto, esperará hasta el último momento para dar su ansiado veredicto y seguramente no será Claudia, él es misógino y como buen conservador, la usa; su tapado será Adán Augusto López Hernández, como diría el clásico, no se hagan bolas.